Existe una cosa que el hombre ha realizado hace mucho tiempo y que se caracteriza por representar el mal, por ser la avanzadilla a todo pensamiento caótico de odio y violencia, por traumatizar durante horas: los asientos reclinables en el transporte público.

Sí, cierto es que la idea original es una buena idea (el poder echarte una siesta en una posición más cercana a la horizontalidad siempre es bienvenido), pero todos los entes demoniacos se disfrazan siempre así, como buenas cosas.

Porque…¿qué es lo que pasaría si en un autobus estándar pusieras un asiento reclinado y en el asiento de atrás hubiera una persona estándar de 1,80 de altura? Pues que esta persona te pediría amablemente que, por favor, volvieras a dejar el asiento en su posición habitual (en la cuál ya duramente entra).

Y generalmente todo quedaría en eso pero, a veces, solamente a veces, encuentras un ente que responde algo como “No, quiero dormir…” Y acto seguido ignora a la pobre persona de medidas estándar. ¿Qué pasa entonces? ¿Cómo se dirige el destino a esa persona de medida estándar? Fácil, haciendo que en su mente se formen un montón de imágenes múltiples con una violencia inusitada… ¬¬