Parece que fue ayer cuando compré un Seat Leon (es más, le podéis echar un vistazo a esta antiquísima entrada) pero realmente ya han pasado seis años. Unos seis años que me gustaría resumir como un buen tiempo o, al menos, con luces y sombras, pero la realidad es algo más engañosa.
Lo recuerdo perfectamente, justo después de pagar el Seat Leon 1..6 de 105cv diesel, modelo Style, color negro “mágico” fui a por él al concesionario y me lo llevé. Eso fue un sábado por la mañana. El lunes por la mañana ya entraba en el taller por unos ruidos raros.
Y es que, al menos en mi caso, el término S.E.A.T. (Siempre Estarás Apretando Tornillos), se pudo aplicar a la perfección. Este coche salió con mil y una vibraciones que hicieron que durante cerca de tres años estuviera entrando una y otra vez al taller porque no hablamos de un simple ruidito, no, hablábamos de que el ruido era tal que había que poner extremadamente alto el sonido en el coche para no acabar odiando el universo.
Pero claro, si lo llevé tantas veces al concesionario, ¿cómo es que no lo arreglaron? Pues bueno, los primeros miles de kilómetros, la razón esgrimida fue que el coche se estaba asentando. Los siguientes miles y par de años, la razón era que tenía que haber algo suelto, muy pequeño y que era difícil de encontrar. En fin, lo desmontaron varias veces (al menos eso me decían), pero no hubo manera de encontrar nada.
Y todo esto en periodo de garantía. También recuerdo perfectamente el día en que me dijeron que, como no encontraban nada, ya podía ir dejando de llevar el coche por ese motivo, porque a ellos ya no les resultaba rentable seguir mirando que era.
Ante eso también acudí a la central de Seat, pero como me contestaron, un ruido no es motivo para utilizar la garantía así que inclusive yendo a la oficina del consumidor, eso se quedó tal cual.
Para ser justos, he de decir que el coche por el resto funcionaba perfectamente. Para un no entendido como yo, era un coche brioso, con bajo consumo (un depósito me llevaba de entre 1000 a 1200 kilómetros con unos 50 litros) y le hice un montón de kilómetros.
En fin, una relación de amor odio.
Pero bueno, hasta aquí podíamos decir que la relación entre mi Seat Leon y yo estaba equilibrada… hasta que se acabó la garantía extendida y al medio año (hablamos de unos 4 años y medio y unos 110000 kilómetros), el coche entra en taller de nuevo por culpa de que el embrague bimasa del coche estaba que daba pena.
Investigando por ahí, por lo visto este embrague increíble lo que hace que es el coche sea más suave / menos vibraciones / etc, pero se desgasta a una velocidad alarmante y, a partir de los 100000km no se puede contar con mucha más vida. Como os podéis imaginar, perjuré en todos los idiomas conocidos y no me quedó otra opción que cambiarlo y, de paso, la correa del motor. Ambos cambios considerados de “mantenimiento”, pero cerca de unos 2000 euros en total.
Al poco, un ruido en el motor, la mar de gracioso y que aún perdura dado que no he hecho nada por cambiarlo mientras aguante. Y es que los inyectores ya empiezan a estar tocados a ciertas revoluciones. Otra cosa más que es relativamente habitual en los Seat Leon y, que según estos coches son más modernos, acontece antes.
Un tiempo más y la puerta del conductor se dedica a su libre albedrío y a veces el sistema electrónico funciona y a veces no, con lo que hay que utilizar la llave en lugar del mando como si se estuviera jugando a la ruleta rusa.
De rebote la vida me quiso enseñar como era eso de que te golpearan vilmente el coche (de ahí la imagen que acompaña inicialmente este artículo), así que mientras mi coche estaba aparcado contento y feliz, una personilla vino conduciendo su coche y, en lugar de mirar la carretera decidió que era mejor mirar al niño pequeño que iba detrás, haciendo un pleno contra el morro de mi coche :D
Bueno, pero todavía hay más. Hace unos meses el coche decidió que después de salir de la autovía, ¿qué mejor cosa que romper la amortiguación trasera? Sí señores, amortiguación trasera destrozada en ambas ruedas, las cuales también quedaron destrozadas (cierto es que ya tenían un recorrido) y camino a cámara lenta a un taller. Una reparación relativamente menor hasta que me llamaron para decirme que, cuando iban a probar la reparación de la parte trasera, ¡el motor se fue al traste porque los soportes habían cedido! Qué bien, aquí todo el mundo cede.
Hablando posteriormente y enseñándome las piezas, parece que los amortiguadores traseros de los Seat, concretamente de los Seat Leon, sufren muchísimo y, que posiblemente después de la rotura de los amortiguadores, los soportes acabaron de ceder, porque al verlos, prácticamente no tenían una rosca donde meter el susodicho tornillo.
Y por ahora esta es mi aventura con este señor coche. Casi seis años (aún quedan unos meses) y unos 140000 kilómetros en su vida (casi todos en autovía).
Bueno, tendría que hacer un pequeño inciso. Creo que todo el mundo lo sabe pero además este modelo de Seat Leon está dentro del elenco de coches timadores que el grupo Volkswagen vendió con los motores trucados para que señalaran un nivel de contaminación inferior y además se encuentra entre los coches que necesitarían una modificación de motor dado que el software no llegará y que casi seguro implicará una pérdida de potencia.
Así que si habéis llegado hasta aquí, creo que mi opinión está bastante clara. Si veis un Seat o en su defecto un coche del grupo Volkswagen, correr en dirección contraria si no queréis tener una vida de visitas al taller. Y resulta gracioso porque en su día, escogí este coche porque estaba dentro de lo que consideraba un coche seguro: fácil de mantener, sin averías, etc. Pero claro, eso era en los modelos anteriores al mío. Los posteriores solo aseguran una diversión sin límites que, en mi humilde opinión, es mejor no sufrir.